16 abril 2014

CERTAMEN MICRORRELATOS THE GANCHILLO NATURAL REVOLUTION (V)

Más microrrelatos del Concurso, ¡ya está lista la quinta entrega!


13. FRÍO

Hoy he vuelto a tener frío. Busco calor en una taza de té, pero es efímero. Lo busco en el chal de lana gris, me envuelvo en él, me abrigo. Pero más que calor siento un escalofrío, pues lo que añoro es la tibieza de las manos que lo tejieron, a ganchillo.

Y me invaden recuerdos que se mezclan con el frío: el cesto de los ovillos, las mantas de colores, bufandas, chaquetas de punto…sus manos, que tanto extraño, siempre ocupadas en bellas labores.

Esta tarde, cuando ha acabado mi visita, al salir de la que ahora es su casa, ha empezado el frío. Me hiela el alma verla así, sentada, con “esas manos” apoyadas inertes en la falda y la cabeza habitando en el olvido. Maldito olvido. Y maldito frío.
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14. JUANA DE LA SELVA

Aquel bosque tropical parecía cubierto de ceniza. Todo era grisáceo. Hasta un extraño Tarzán en blanco y negro, como Johnny Weissmüller pero con barriga y gafas progresivas, que llamaba a Juana musitando triste su nombre en inglés.

Ella no prestaba atención. Desde su atalaya en las ramas, examinaba unos filamentos de textura suave que no se deshilachaban como las lianas y formaban trenzas enmarañadas de color. Al tirar cuidadosamente de ellas, descubrió larguísimos hilos carmesíes, violetas e innumerables verdes como en la jungla primitiva. Agarrándolos con firmeza, tomó impulso para balancearse veloz de árbol en árbol y en sus vuelos vertiginosos, nuevas hebras brotaban por doquier coloreando la selva, sin dejar resquicios a nada gris.

Entonces, el choque metálico de unas agujas contra las baldosas del salón la despertó y pudo oír una voz familiar:

–Juana, cariño, vamos a la cama. El ganchillo te relaja tanto que te has dormido…
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15. Y LLEGÓ EL DÍA

Y llegó el día, no sabía muy bien qué hacer, pero hay estaba yo sentada con todo lo necesario, sin saber cómo empezar. Caras extrañas que me miraban y sonreían sentadas junto a mí y yo sin saber que decir. Todo era extraño, no se cómo conseguí tener el valor de acudir allí sola esa tarde. De repente alguien se me acercó por detrás y me dijo dulcemente en el oído:
 -¡Inténtalo es muy fácil!

Me animé, cogí mi aguja de ganchillo y un ovillo de lana y empecé a seguir las instrucciones para hacer mi primera cadeneta. Desde entonces no he dejado de aprender y aquellas caras extrañas del bar se han convertido en compañeras de tertulia y Ganchillo cada fin de semana, ganando la batalla al estrés y a la soledad.

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